Acerca del autor
Jacobo Peña Mesías
Escritor Colombiano
“Nace el 19 de abril de 2008 en Bogotá, Colombia. Con 13 años de edad, es estudiante de tercer grado de bachillerato en el Instituto Alberto Merani. Desde muy temprano y aún cuando no hablaba claramente, la fascinación se apoderaba de él con las historias contadas por su padre. A la fecha casi un centenar de libros hacen parte de las valijas que alimentan su imaginación. Cuando se acercaba a los 5 años y aún no sabía las letras escritas, inició a través de su escribana, su madre, su primera novela aún inédita “Cae la oscuridad”. El dictaba, ella escribía. Desde ese entonces escribir se convirtió en su pasión. Luego vinieron cuentos y relatos y a sus 8 años su segundo libro “Viaje al Dargosuch” también inédito. Desde los 10 inicia la novela que hoy da la cara al mundo. Dos años de trabajo emocionante y uno más en el proceso de publicación para llevar a los amantes de la literatura, de la ficción y de la lectura a mundos de imaginación infinita”. Liliana Mesías García.
¿Qué me motiva a escribir?
¿Para qué un niño comienza a escribir una novela de ciencia ficción a los 10 años y dedica 3 años de su vida a este proyecto? ¿Para qué publicar un libro a tan temprana edad y gastar tanto tiempo y esfuerzo en ello? Al menos en mi experiencia, es para sentirse vivo. Cada uno teje su historia día a día, pero muchas veces no tenemos control sobre ella. Solo podemos cambiar lo que nos permite nuestro contexto, solo podemos ir tan lejos como las reglas del vivir nos lo permiten. En cambio, en un proceso de creación todo es posible. No tiene que ser necesariamente la escritura, no tiene necesariamente que ser un arte (aunque según mis experiencias estas son de las actividades en las que más tenemos capacidad de creación). Puede ser tan solo un movimiento de tu mano, o un objeto tirado en la calle. Puede ser una brisa de verano, un recuerdo, una persona, o la sensación que genera una canción. Puede ser una figura geométrica, un lavamanos o un perro ladrándole a un árbol. Puede ser cualquier cosa, mientras que te genere una sensación lo suficientemente fuerte para generar una chispa a tu interior, y ahí sí poder empezar a hacer lo que a mí más me gusta en la vida: imaginar.
Y cuando uno comienza a imaginar, no hay nada que lo detenga. Es como si desconectáramos nuestra ubicación geográfica y nuestro GPS temporal. No hay barreras entre lo falso y lo real. E imaginar no tiene necesariamente que ser una historia concreta. Escenas sueltas de una película imposible, conceptos abstractos que combinan sabores con sonidos y colores, una emoción que solo un ser humano inmortal flotando en el espacio podría sentir. Todos estos elementos pueden ser el inicio de una historia. Esos son los pilares de nuestros universos. Las historias no están regidas por un inicio, un nudo y un desenlace, sino por millones de sensaciones desordenadas que no obedecen a ninguna regla de lo real. Esas son las bases de la producción de energía azul, y entre más azules seamos, más felices y amables seremos también. Ese es nuestro nuevo GPS. Y a partir de allí, lo que queda es sencillo, no en términos de nuestra dimensión, de esta realidad que nos limita, sino en términos azules. Lo más importante ya se hizo allí, en ese pequeño instante de imaginación infinita. Luego escribes el libro, o pintas el cuadro, o bailas la canción, o resuelves la ecuación, o juegas al baloncesto. Al final nos daremos cuenta que esos mundos imaginarios no están incluidos dentro del real. Nuestra dimensión no es la fuente, sino todas las demás. Esos espacios de imaginación fueron los que crearon nuestro universo, y marcaron para siempre, con grandes o pequeñas acciones, la realidad en la que vivimos.
Estas nuevas dimensiones, que hacen que nuestra historia se renueve y nazca y nazca y nazca otra vez, son tan importantes como la realidad en sí, porque sin ellas no sentiríamos ni una pizca de lo que solemos llamar vida. Por eso siempre me ha gustado imaginar, así lo escriba o no. A veces en medio de la comida dejo de prestar atención a la conversación y comienzo a hacerlo a las cientos de historias que están ocurriendo en mi mente. A veces cuando tiendo la cama veo olas en lugar de cobijas y me asusto, y es entonces cuando más me siento vivo. Pero aparte de estos momentos de imaginación pura desde pequeño me ha gustado plasmar historias de forma escrita. A los 5 años aprendí a escribir manualmente, pero ninguno de mis relatos los escribí de esta manera, sino que les dictaba a mis papás para que los escribieran en el computador. Fue a esta edad a la que escribí (o más bien dicté) mi primera novela: Cae la Oscuridad. Doscientas páginas y un poco más llenas de ideas que me divertían y generaban cada vez más y más energía azul eran de lo que estaba compuesto aquel libro. Desde el principio me propuse publicarlo, pero a medida que fui creciendo me di cuenta que a esas ideas les faltaban un poco de organización, a pesar de que lo más importante era la felicidad que sentí al escribirlas. Para poder publicarlas les faltaba demasiado trabajo. Eran las palabras de un niño de 5 años que había leído muchos libros y visto muchas películas, y la mayoría de ellas había nacido directamente de esos otros discursos, no de una invención 100% propia.
Después de desistir en la publicación de Cae la oscuridad, pasó un tiempo antes de que comenzara a escribir mi segundo libro. Viaje al Dargosuch fue una novela de aventuras al estilo Julio Verne que comencé a elaborar a los 7 años y terminé a los 9. Y aunque fue un proceso extraordinario y escribir ese libro también me llenó de vida en ese momento, tampoco tuve éxito en el proceso de publicación. Para esos dos libros no alcancé ni siquiera a contactar a una editorial, porque en el proceso de corrección (Releer yo solo y hacer ajustes a la historia) me aburrí.
A medida que fui creciendo fui también conociendo más sobre el mundo de la literatura, que en realidad son dos mundos: el de la inspiración y el de la creación. Muchas veces un solo acto se lleva acabo en ambos mundos. Me gusta mucho leer. Mis autores favoritos son Julio Verne (20.000 leguas de viaje submarino, la vuelta al mundo en 80 días, viaje al centro de la tierra), Cixin Liu (Trilogía del problema de los tres cuerpos, la tierra errante) Michael Ende (La historia sin fin, Momo) RJ Palacios (La lección de August) y JK Rowling (Harry Potter), y también me gusta mucho ver cine. Estas dos actividades han sido muy impulsadas por mi familia entera, pero sobre todo por mis papás, y hacen parte del mundo de la inspiración. Pero además de estas, otro elemento que me ha ayudado mucho en ese mundo han sido los viajes. Como ya había dicho antes no todo tiene que ser un arte para generar energía azul. Mis papás me llevaron por muchos lugares del mundo y aprendí y me divertí mucho allí. Sin mi familia me habría sido imposible escribir un libro como Looderish Hsiredool. Ellos han sido mi verdadero motor azul, mi mayor fuente de inspiración y mi más grande apoyo. Desde pequeño me enseñaban a hacer todo a través de historia que me contaban, incluso en actividades tan simples como comer o ponerme la ropa y esto dejó en mí una huella imposible de borrar: la huella de la creatividad.
Además de ellos, mis amigos del colegio y mis profesores también han sido un componente esencial de mi desarrollo. Tanto en las clases como en la elaboración de trabajos trato de dar mi máximo de energía azul, pero hay un espacio especial que fue tal vez el más importante para desarrollar la imaginación fuera de casa: Los multijuegos. Los multijuegos son una serie de juegos imaginarios que hemos venido jugando desde hace mucho con varios amigos de mi colegio en donde casi siempre yo soy el narrador y ellos los protagonistas. Llevamos 9 años construyendo una historia llena de pequeñas historias que se entrelazan y nos divierten en los descansos. Esto se interrumpió un poco debido a la pandemia del covid-19, pero todavía lo hacemos a veces. Los libros, las películas, las historias de mis papás y los viajes hacen parte del primer mundo, pero los multijuegos hacen parte del segundo, junto a la escritura de cuentos y novelas.
A principios de 2019 comencé a escribir el libro que vio finalmente la luz, después de tres años de ardua trabajo y cientos de horas de regocijo en medio de toneladas de energía azul, a finales del 2021. Este libro, titulado Looderish Hsiredool: Interdimensional, será el primero de muchos. Será el primero de un camino azul. Así que en este momento ya no me preocupa preguntarme, ¿para qué? ¿Dónde me llevará ese camino? Al fin y al cabo seguirá siendo azul, así me lleve a marte o a júpiter. Nunca me motivó terminarlo, sin vivirlo, transformarlo, averiguar lo que pasaría en la siguiente página, justo como lo descubrí en los libros de Julio Verne, Michael Ende y JK Rowling. Mi libro fue, es y seguirá siendo un gran misterio para mí, porque aunque ya sé cual es su inicio, nudo y desenlace, sé que mi universo no se rige por esas reglas, sé que un momento azul no tiene tiempo, precio o ubicación geográfica y que, por lo tanto, la historia de Looderish Hsiredool nunca acabará. Ni tampoco la mía, ni las del montículo de estrellas en el que duermo cada noche.